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A ocho siglos del «Cántico de las criaturas»: ¿qué lugar tienen los animales para la teología?

Mónica B. Cragnolini

El “Cántico de las criaturas” de San Francisco de Asís es un himno de alabanza a Dios por los “hermanos” y “hermanas”: el sol, el viento,  la luna, el fuego, la tierra que sostiene y ofrece bellos frutos, y todas las criaturas. Fue escrito a fines de 1224 o inicios de 1225, un año y medio  antes de la muerte de Francisco[1], muerte a la que en el cántico también llama “hermana”. En noviembre de 1979, el Papa Juan Pablo II nombró a San Francisco de Asís “patrono de los ambientalistas” por este amor a la tierra y todas las formas de vida, y el Papa Francisco escribió su encíclica Laudato Si desde el clima de este cántico, que alaba a Dios por la hermana tierra.

El “El malestar en la cultura” Freud caracteriza el amor de San Francisco como “amor de meta inhibida”[2], amor que es “ternura” y que puede salir del círculo familiar basado en el amor genital, y acercarse a las “personas extrañas”. Diría que el amor de Francisco es el amor  a todo lo extraño, en la medida en que no se restringe a lo estrictamente humano, y se muestra, desde lo contado por sus biógrafos, como un amor y una comunicación con todas las formas de vida. Fray Tomás de Celano cuenta que sacaba a los gusanos del camino para que no los pisaran, y alimentaba a las abejas con miel y vino en el invierno, para que no murieran por las inclemencias del frío.[3] Cierto es que siempre ese amor por las criaturas lo remite al creador, sin embargo, en ningún momento aparece la posición del existente humano como “privilegiado” en la creación.

En su Leyenda Mayor, San Buenaventura de Bagnoreggio, recoge varios relatos de la relación de San Francisco con los animales, a los que siempre saludaba a su paso, recibiendo  el afecto de los saludados y la alegría como respuesta.[4] Asimismo, relata historias de animales que lo acompañaban en su vida cotidiana, y alababan al creador con sus gestos, del mismo modo en que lo hacía Francisco. Animales considerados objetos de caza, como ciervos y conejos, deseaban permanecer en la cercanía del santo, lo mismo que peces y aves acuáticas. Los relatos de Buenaventura señalan continuamente pactos de amistad entre Francisco y los animales, que siempre se sentían atraídos por él. Si bien se ha interpretado que el vínculo de San Francisco con los animales no significa ningún tipo de ética cristiana de respeto a las formas de vida diferentes a la humana,[5] quisiera rescatar el modo en que Leonardo Boff ha mostrado “su experiencia de estar-con-todas-las-cosas como hermanos y hermanas en casa”.[6]

En su libro dedicado a San Francisco, Boff patentiza ese respeto a las otras formas de vida, desde una consideración de la pobreza predicada por el santo como “un modo de ser por el que el hombre permite que las cosas sean; renuncia a dominarlas, a someterlas y a que sean objeto de la voluntad humana de poder”.[7] En este sentido, lo retrata como un “posmoderno” avant la lettre, alejado de toda consideración de lo humano como un “estar-sobre”, a favor de un “estar-con”. Por eso plantea también que San Francisco postula una expropiación de todos los bienes,[8] desde la idea de un yo “despojado de todo deseo de  autoafirmación, justificación e imposición”.[9] La apropiación da seguridad, busca el propio interés y se manifiesta como presunción y orgullo. La expropiación es renuncia a la seguridad, y liberación del deseo de tener razón y dominar.[10]

Si pensamos a San Francisco de Asís en estas derivas teóricas, los animales no son sólo “medios” para acceder a lo divino, ni “símbolos” de Dios. 

Lula Mari, Las fuerzas: Tondo (70 cm de diámetro). de la serie Bicho (2016-2018)

La Revista Carthaginensia del Instituto Teológico de Murcia ha dedicado su número 80 de julio-diciembre de 2025 a la conmemoración de los 800 años del “Cántico a las criaturas” de San Francisco de Asís. Las contribuciones de este número se organizan en tres ejes: la dimensión espiritual del himno, la propuesta antropológica del cuidado, y los desafíos contemporáneos desde la ecoteología y el pensamiento crítico.

Como señala en su presentación del número Bernardo Pérez Andreo,director de Carthaginensia, “cuidar, servir, amar” son los tres verbos de la teología franciscana, y todos los artículos remiten a esta cuestión en relación a la tierra toda.

Sin embargo,  me interesa destacar qué lugar tienen los animales en estos trabajos de análisis del “Cántico” de Francisco, teniendo en cuenta que los animales no son  mencionados en el poema de manera explícita.  El artículo de Bernardo Molina Parra, “El Universo en alabanza: estilo, estructura y espiritualidad del Cántico de las Criaturas” [11] se pregunta por qué en este Cántico no aparecen  los animales, y destaca que la expresión “ne sustenta e governa”, que remite a la tierra, indica una doble función: dar alimento al hombre y cuidar de los animales, ya que en una acepción dialectal el Verbo “gobernar” significa “dar de comer a  los animales”. En este sentido, el Cántico estaría pensando a hombres y animales en comunidad, como destinatarios de los cuidados de la tierra. En “IIoculatores Domini. El Cántico de las criaturas o el arte de transformar la vida en un canto” Carlos E. Salto Sola, destaca que Francisco toca con sus manos estigmatizadas a los animales, mientras que los hombres actuales tocan los recursos del planeta para devastarlo.[12] Por su parte, Alessandro Cavicchia [13] destaca la importancia del término Kósmos en el pensamiento franciscano,  para dar cuenta de ese habitar juntos la tierra por parte de hombres y animales.

Tal vez, retomando la interpretación de Boff en torno a la idea de desapropiación en san Francisco, habría que rescatar que “el pobre de Asís” planteó un cambio con respecto a la visión del existente humano privilegiado sobre el resto de lo viviente, que ese cambio supone otro modo de estar en el mundo, en comunidad con los animales, pero que la teología (exceptuando, por supuesto, a los autores de teología de la animales, a los que dedicamos esta sección de Animula), ha retomado principalmente de su pensamiento la cuestión de la tierra y el ambientalismo. Y en la cuestión de la tierra, por más “hermana” que se la llame, creo que está más presente para la teología actual la idea de “recursos” y necesidad de distribuir dichos recursos de manera justa con quienes menos tienen, que otra forma de estar en el mundo.

Rescato, entonces, la interpretación de Leonardo Boff porque muestra un camino que tal vez el catolicismo podría haber seguido, si hubiera prestado más atención a la prédica de San Francisco, y es el que tiene que ver con la comunidad de vida, en la que el existente humano respeta, en tanto extrañas (y no semejantes y asimilables a lo propio) a todas las formas de vida.

Algo de esto está presente en el desarrollo que hace Giorgio Agamben en Homo sacer IV, 1, [14] cuando señala que el sintagma del franciscanismo es “forma vitae”, entendiendo por tal una vida que escapa a la ley, al derecho. Porque el derecho siempre implica propiedad[15] y la “altísima pobreza” propugnada por San Francisco significa, como señala Boff, la desapropiación y la expropiación. En este sentido, la vida franciscana se acerca a la vida animal, en la medida en que queda en ese ámbito “por fuera de la ley”. Por eso, cuando Francisco llama a los animales “hermanos menores” no los está humanizando, sino que está patentizando ese ser-en-común en la desapropiación, que propone para su congregación.

Lula Mari, Anunciación bucólica: óleo sobre tela, (100 cm x 100 cm), de la serie Mil mañanas (2007-2009)

[1] Francisco muere en octubre de 1226. Por esa razón, el 4 de octubre se considera el “Día Mundial de los animales”, y se celebran en diversas partes del mundo “misas de bendición de los animales”.

[2]  S. Freud, El malestar en la cultura, Obras completas, trad. J. L. Etcheverry, Buenos Aires, Amorrortu, 1976, tomo XXI, p. 100.

[3] Fray Tomás de Celano, Vida primera de San Francisco, Capítulo XXIX, p. 80 ,accesible en www.fratefrancesco.org, acceso 3/09/2025.

[4] San Buenaventura de Bagnoreggio, Leyenda Mayor de san Francisco (Compuesta entre 1260 y 1263), cap. VII, 7, accesible en accesible en www.fratefrancesco.org, acceso 04/09/2025.

[5] A. Ashwell, “San Francisco de Asís y los pájaros”, Elementos 36, 1999, Ciencia y Cultura, Ed. Univ. Autónoma de Puebla, pp. 67-73, señala en p. 70: “Sin embargo, tampoco hay que extraer de estos momentos de su vida una suerte de ética cristiana hacia los seres vivos, incluyendo a los animales, cuando ni Giotto, ni Tomás de Celano, ni san Buenaventura, ni los pintores anónimos del siglo XIII, ni el mismo Francisco, sostuvieron nada parecido. En todas las descripciones de esos momentos de Francisco con los animales, en La prédica a los pájaros, cuando Francisco ahuyenta o domestica al lobo de Gubbio, los animales sirven únicamente de vehículo (a veces hasta de estorbo como en el caso de las golondrinas ruidosas que él encomió a callar para que se pudiera escuchar su sermón) que dan énfasis dramático y mágico al misticismo de Francisco.

[6] L. Boff, San Francisco de Asís: ternura y vigor, Santander, Sal Terrae, 1981, p. 61

[7] L. Boff, op. cit.,  p. 65.

[8] L. Boff., op. cit., p. 105.

[9] L. Boff., Ibidem, p. 106.

[10] Lázaro Iriarte ha desarrollado esta idea de expropiación en “La pobreza y humildad de nuestro Señor Jesucristo”, accesible en https://www.franciscanos.org/temas/iriarte10.htm#[1], acceso 04/09/2025, y en «Appropriatio» et «expropriatio» in doctrina sancti Francisci, en Laurentianum 11 (1970) 3-35.

[11] Bernardo Molina Parra, “El Universo en alabanza: estilo, estructura y espiritualidad del Cántico de las Criaturas”, Carthaginensia,  Vol. XLI, Nº 80, 2025, pp. 555-582.

[12] Carlos E. Salto Sola «Ioculatores Domini». El Cántico de las criaturas o el arte de transformar la vida en un canto”, Carthaginensia,  Vol. XLI, Nº 80, 2025, pp. 583-600, ref. p. 596.

[13] Alessandro Cavicchia,Il cosmo e lo stupore della responsabilità. Le costanti tra passato, presente e futuro. Apporto biblicoCarthaginensia,  Vol. XLI, Nº 80, 2025, pp. 619-638, referencia en pp. 624-625.

[14] G. Agamben, Homo sacer IV, 1. Alta pobreza. Reglas monásticas y formas de vida, trad.   p. 86.

[15] Propiedad y derecho comienzan con la construcción de una ciudad por parte del fratricida Caín.

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