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La cultura de la «hamburguesa» y Latinoamérica

Introducción del Capítulo 7 en Opresión animal y violencia humana. Profano-domesticación, capitalismo y conflicto global1

David A. Nibert

Aunque la lucha por el acceso a la tierra en Centroamérica ha llamado 

la atención a nivel mundial, no muchxs la han asociado a la ganadería

—Patricia Howard-Borjas, Ganadería y crisis 

Las rutas y puentes construidos con fines estratégicos podían soportar tanto 

camiones para el transporte de ganado como tanques, y se podía confiar en las 

fuerzas de seguridad para expulsar “simpatizantes rebeldes” e

 intransigentes de las áreas despejadas para el cultivo de maíz

—Robert G. Williams, Export Agriculture and the Crisis in Central America

A finales de los años cincuenta, la industria estadounidense de restaurantes, especialmente compañías que vendían grandes cantidades de “hamburguesas”, comenzó a buscar suministros estables de “carne picada” a bajo costo. Las importaciones de “carne vacuna” empezaron «a gran escala en la década de los sesenta, cuando los ganaderos estadounidenses hicieron énfasis en la mayor rentabilidad de la carne vacuna alimentada a grano» generando así “una escasez de los cortes baratos usados en hamburguesas y productos procesados de res”2. No era de extrañar que todos los ojos se posaran sobre Latinoamérica.

Durante el transcurso del siglo XX en gran parte de Latinoamérica, la participación en la ganadería comercial siguió confiriendo prestigio social, ya que se mantuvieron vínculos estrechos entre los poderosos hacendados, negocios y élites políticas. Por ejemplo, en Uruguay: 

[…] muchas de las primeras empresas bancarias y comerciales fueron financiadas por grandes estancieros, mientras que la élite comercial urbana invertía simultáneamente en tierra con el propósito de ganar estatus social… Tanto la ganadería como los intereses comerciales han favorecido —en gran medida— las políticas económicas de laissez-faire, las fuertes garantías de la propiedad privada y —relativamente— el libre comercio y los subsidios a las exportaciones (o, al menos, bajos impuestos a las exportaciones)3.

En Chile, donde los hacendados controlaban grandes terrenos y ejercían gran influencia política, apenas el 3% de ellos concentraba el 80% de la tierra destinada a la agricultura en el valle central4. La producción de “ganado” en Centroamérica “proveía la materia prima para las estructuras sociales, económicas y políticas del período colonial y poscolonial” 5.

Las corporaciones estadounidenses fueron las principales beneficiarias de las importaciones a bajo costo de recursos naturales provenientes de Latinoamérica durante la primera mitad del siglo XX; así, el Gobierno de Estados Unidos promovió a la fuerza la expansión lucrativa de estas compañías en la región. Por ejemplo, en la década del veinte, intervino para aplastar una rebelión “campesina” antiyanqui en Nicaragua liderada por Augusto Nicolás Calderón Sandino y apoyó el ascenso al poder de la familia Somoza. Con ayuda estadounidense, los Somoza llegaron a adueñarse de una cuarta parte de las tierras agrícolas nicaragüenses y se convirtieron en uno de los mayores proveedores de “carne vacuna” en Centroamérica.

Otro ejemplo posible es el del gobierno elegido democráticamente que en 1944 comenzó la reforma agraria en Guatemala. Esta reforma representaba una amenaza para las grandes sociedades dueñas de acciones de la corporación norteamericana United Fruit en cuyas tierras se pastoreaba ganado, cuando no eran utilizadas para el cultivo de fruta. Tom Barry escribe:

Solo un pequeño porcentaje de los enclaves bananeros […] se utilizaban para cultivar bananas, porque el mercado internacional no era lo suficientemente grande para consumir toda la fruta que la tierra podía producir. Durante los años cincuenta, apenas el 5 % de las tierras de United Fruit en Centroamérica se destinaban al cultivo de bananas. El resto de los terrenos permanecían ociosos o servían para el pastoreo de ganado6

La Agencia Central de Inteligencia (CIA) y un grupo paramilitar financiado por EE.UU orquestaron un golpe de Estado en Guatemala y derogaron las medidas de la reforma agraria; miles resultaron detenidxs bajo sospecha de “actividad comunista” y muchxs fueron torturadxs y/o asesinadxs7.

Lula Mari, La bolsa: óleo sobre tela (50cm x 70cm), de la serie Bicho (2016-2018)

El apoyo del Gobierno de EE.UU obstaculizó estos y muchos otros intentos de democratización en países latinoamericanos, así como frustró la creación de sistemas moralmente igualitarios de distribución de la tierra. No obstante, se produjo una revolución exitosa en Cuba, donde grandes intereses ganaderos —incluyendo el King Ranch de Texas— y compañías azucareras habían expropiado seis millones de hectáreas previamente ocupadas por pequeños agricultores, dominando así la agricultura hasta la revolución de 19598. En respuesta al éxito de la revolución cubana, EE.UU intentó reprimir los impulsos revolucionarios  mediante una guerra de “baja intensidad”. Michael Parenti explica:

Considerando la opinión pública local, los imperialistas estadounidenses desarrollaron el “conflicto de baja intensidad” como método para plagar con muerte y destrucción los países o movimientos guerrilleros que luchaban por un modelo alternativo de desarrollo. Este enfoque reconoce que las fuerzas guerrilleras del tercer mundo rara vez —si es que alguna vez— han sido capaces de lograr una victoria militar total contra el ejército invasor de una potencia industrial o contra el ejército de la burguesía compradora. Lo máximo a lo que pueden aspirar las guerrillas es a una guerra de desgaste que impida una victoria definitiva al país imperialista, hasta que su propia población se canse de los costos de la guerra y comience a cuestionar su compromiso con el extranjero. La guerra, entonces, se vuelve políticamente demasiado costosa para que los imperialistas la sostengan […] Para evitar suscitar tal oposición política local, los estrategas políticos de Washington desarrollaron la técnica del conflicto de baja intensidad: un modo de guerra que evita los enfrentamientos militares devastadores y de gran visibilidad, lo cual reduce la disposición y pérdida de personal militar estadounidense. Una guerra de baja intensidad es una guerra subsidiaria que recurre a tropas mercenarias del gobierno tercermundista respaldado por Estados Unidos. Estas fuerzas son capaces de sostener la destrucción paulatina, por tiempo indefinido, a través de rápidas incursiones en zonas rurales y asesinatos perpetrados por escuadrones de la muerte en ciudades y pueblos. Todo esto es posible gracias a la provisión desde Washington de asesoría y entrenamiento militar, asistencia en materia de vigilancia y comunicación, dotación de armamento de alto calibre y fondos generosos. De este modo, se evita una ofensiva total contra las fuerzas guerrilleras que con dificultad alcanzaría la victoria y solo provocaría críticas por su inutilidad y crueldad9.

En 1961, la administración Kennedy complementó esta táctica con un programa de “ayuda” exterior para Latinoamérica, eufemísticamente denominado “Alianza para el Progreso”. Este programa promovía, en gran medida, la dependencia latinoamericana de las estructuras económicas y políticas respaldadas por Estados Unidos, facilitando la exportación al imperio de recursos baratos —en especial, de “carne vacuna”10. La Alianza para el Progreso otorgó ayuda en forma de préstamos controlados por la recién creada Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (U.S. AID), el Banco de Exportación e Importación de los Estados Unidos, el Banco Interamericano de Desarrollo y el Fondo Fiduciario del Progreso Social. Sin embargo, se promovieron con mayor eficacia los objetivos de la Alianza para integrar completamente a Latinoamérica en el sistema capitalista mundial dominado por Estados Unidos, mediante la concesión de préstamos del Banco Internacional de Reconstrucción y Fomento (hoy conocido como el Banco Mundial) y sus afiliados, la Corporación Financiera Internacional y la Asociación Internacional de Fomento —todas con sede en Washington y sometidas a un control significativo del Gobierno estadounidense.

Las autoridades estadounidenses alentaron a los gobiernos y emprendedores latinoamericanos a producir y exportar el “producto” vinculado históricamente a tanta muerte y destrucción en la región: la “carne vacuna”. La supuesta “ayuda” a Latinoamérica, controlada por los Estados Unidos, se destinó en gran medida a “financiar y exigir la instauración de una infraestructura ganadera”11.

Durante los años sesenta, la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional apoyó económica y técnicamente actividades relacionadas con la “ganadería” a lo largo de toda la región ―desde la compra de “ganado” hasta la construcción de mataderos12. Los fondos de la Alianza para el Progreso, canalizados a través de la Agencia, financiaron la construcción de rutas y puentes que facilitaron la expansión de la ganadería en los bosques tropicales latinoamericanos, así como otras infraestructuras necesarias para la exportación de “carne vacuna”. Durante los años setenta, la mayoría de los préstamos agrícolas a Latinoamérica otorgados por el Grupo Banco Mundial se destinaron a grandes proyectos comerciales de “ganadería”13. Tan solo entre los años 1974 y 1978, el Banco Mundial concedió préstamos por más de 3.600 millones de dólares para proyectos de “ganadería” en zonas tropicales de Latinoamérica14. Entre 1961 y 1978, el Banco Interamericano de Desarrollo adjudicó préstamos por más de 363 millones de dólares para este tipo de proyectos en la región15.

Se estima que más de la mitad de todos los préstamos otorgados a Centroamérica en los años sesenta y setenta por el Banco Mundial y el Banco Interamericano de Desarrollo para la agricultura y el desarrollo rural “promovieron la producción de carne vacuna para la exportación”16. Como era de esperar, las exportaciones de “carne vacuna” provenientes de Centroamérica crecieron de forma extraordinaria  —pasaron de 9 millones de dólares en 1961 a 290 millones en 197917. “Hacia el final del periodo, la región contaba con 28 frigoríficos modernos autorizados para exportar a Estados Unidos”18. Gran parte de esta “carne vacuna” terminó en la cadena corporativa de comida rápida19; tan solo “Burger” King  compró el 70 % de las exportaciones de la “carne vacuna” producida en Costa Rica para la exportación20

Lula Mari, Peligro en potencia: óleo sobre tela (40cm x 50cm), de la serie Una casa (2004 y continúa)

En Suramérica entre 1970 y 1987, el Grupo Banco Mundial otorgó préstamos para el desarrollo de proyectos “ganaderos” en Bolivia, Ecuador, Uruguay, Paraguay, Colombia, Chile y Brasil por un total de más de 238 millones de dólares. Se destinaron, a su vez, otros 180 millones de dólares a proyectos agrícolas con una sustancial impronta “ganadera”21. Asimismo, entre los años 1978 y 1988 solamente en Brasil, unos 5.000 mil millones de dólares, también en concepto de préstamos, impulsaron la expansión de la producción “ganadera”22. El objetivo de esta actividad era “convertir a Brasil en exportador de carne vacuna a Europa y Estados Unidos”23.

A mediados del siglo XX, se acentuó la creciente monopolización de la tierra llevada a cabo por los hacendados en Latinoamérica. Este latifundio implicó el uso cada vez mayor de las tierras cultivables con el objetivo de producir cereales destinados a la cría y alimentación de animales profano-domesticados24 para convertirlos en “carne prime y choice” de primera calidad. Esta práctica se promovió por primera vez en 1971 cuando la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) recomendó a las naciones del tercer mundo comenzar a cultivar granos para la alimentación animal destinados a la exportación. A la par, Estados Unidos impulsó el consecuente reemplazo progresivo de la producción de cultivos para el consumo humano directo, cuando condicionó la ayuda alimentaria a la producción de granos gruesos para exportar. Las corporaciones estadounidenses, como Cargill y Ralston Purina, recibieron préstamos gubernamentales a bajo interés a fin de incentivar la producción de granos para la alimentación animal en países del tercer mundo. En México, el cambio hacia la producción de estos granos fue impulsado por la agroindustria estadounidense y facilitado por el mecanismo de control de precios implementado por el Gobierno mexicano25.

Entre 1950 y 1980, la producción de carne bovina creció a un ritmo más acelerado que la producción agrícola total en Brasil, México, Perú y Venezuela. Por ejemplo, en Brasil y México, la incidencia de la ganadería en la producción agropecuaria aumentó de un 24 % a 38 % y de 28 % a 42 % respectivamente26.

Traducido por: Gabriela Zerpa B., Sabrina B. Marino y Sabrina B. Salerno Fiasche

  1. El presente texto es un extracto traducido del séptimo capítulo del libro de David Nibert, Animal Oppression and Human Violence. Domesacration, Capitalism, and Global Conflict, Columbia University Press, New York, 2013 para su publicación en la Revista Animula. La editorial La Cebra está a cargo de la gestión de los derechos de autoría de la traducción del presente extracto para la futura publicación de la obra completa. ↩︎
  2. J.D. Nations and D.I. Komer, “Rainforests and the Hamburger Society”, Environment 25, no. 3, 1983, p.17. ↩︎
  3. Howard Handelman, “Economic Policy and Elite Pressures”, en Military Government and the Movement Toward Democracy in South America , ed. Howard Handelman and Thomas G. Saunders, Bloomington, University of Indiana Press, 1979, pp. 243–244. ↩︎
  4. Jeremy Rifkin, Beyond Beef: The Rise and Fall of the Cattle Culture, New York,  Penguin, 1992, p.51. ↩︎
  5. Patricia Howard-Borjas, “Cattle and Crisis: The Genesis of Unsustainable Development in Central America: Land Reform, Land Settlement, and Cooperatives” en Rome: U.N. Food and Agricultural Organization, 1995, p. 4, disponible en: http://www.fao.org/docrep/V9828T/v9828t10.htm1. ↩︎
  6. Tom Barry, Roots of Rebellion: Land and Hunger in Central America, Boston, South End Press, 1987, p. 30. ↩︎
  7. Ver William Blum, Killing Hope: U.S. Military and CIA Interventions Since World War II, Monroe, Maine: Common Courage, 1995, p. 232. ↩︎
  8. Samuel Shapiro, Invisible Latin America, New York, Books for Libraries, 1971, p. 84. ↩︎
  9. Michael Parenti, Against Empire, San Francisco: City Lights, 1995, pp. 28–29. ↩︎
  10. Teresa Hayter and Catherine Watson, Aid: Rhetoric and Reality, London, Pluto, 1985. ↩︎
  11. Richard H. Robbins, Global Problems and the Culture of Capitalism, Need- ham, Mass, Allyn and Bacon, 2002, p. 215. ↩︎
  12. Douglas R. Shane, Hoofprints in the Forest: Cattle Ranching and the Destruction of Latin America’s Tropical Forests, Philadelphia, Penn.: Institute for the Study of Human Issues, 1986, p. 45. ↩︎
  13. Hayter and Watson, Aid: Rhetoric and Reality, p. 51. ↩︎
  14. Douglas Shane, Hoofprints on the Forest, Philadelphia, Institute for the Study of Human Issues, 1986, p. 36. ↩︎
  15. Ibid., p. 40. ↩︎
  16. Charles D. Brockett, Land, Power, and Poverty: Agrarian Transformation and Political Conflict in Central America, Boston: Unwin Hyman, 1990, p. 48. ↩︎
  17. David Kaimowitz, Livestock and Deforestation in Central America in the 1980s and 1990s: A Policy Perspective, Jakarta: Center for International Forestry Research, 1996, pp.  25–26. ↩︎
  18. Ibid., p. 26. ↩︎
  19. Daniel Faber, Imperialism, Revolution, and the Ecological Crisis of Central America, Latin American Perspectives 19, no. 1, 1992, p. 25. ↩︎
  20. Kaimowitz, Livestock and Deforestation in Central America, p. 27. ↩︎
  21. World Bank Annual Reports, Washington, D.C.: World Bank, 1970–1987. ↩︎
  22. National Research Council, Sustainable Agriculture and the Environment in the Humid Tropics, Washington, D.C.: National Academy Press, 1993, p. 88. ↩︎
  23. Frances Moore Lappé, Diet for a Small Planet, New York: Ballantine, 1982, p. 50. ↩︎
  24. Domesecration es un término acuñado por David Nibert en el presente texto, traducido aquí como Profano-domesticación, y es definido como “el ejercicio sistemático de violencia en el que los animales sociales son esclavizados, subordinados y oprimidos” Nibert, Animal oppression & human violence, Columbia university press, New York, 2013, p. 12 [N. de T]. ↩︎
  25. Philip McMichael, Food and Agrarian Orders in the World Economy, West-port, Conn.: Praeger, 1995, p. 108. ↩︎
  26. David Barkin, Rosemary L. Blatt, and Bille R. DeWalt, Feed Crops Versus Food Crops: Global Substitution of Grains in Production, Boulder, Colo, Lynne Rienner, 1990, p. 30. ↩︎

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